ESTA NUEVA EDICIÓN de nuestro testimonio se publica en un momento histórico muy interesante y complejo, por un lado, los partidos políticos que profundizaron el neoliberalismo a sangre y fuego ya no están en el poder federal, y por el otro, el nuevo gobierno no acaba de destruir lo que posibilitó la imposición de la política neoliberal e incluso en sus filas hay personas que desempeñaron el papel de autores intelectuales de graves violaciones de derechos humanos.
Pero no sólo hay funcionarios con un pasado nada honorable, en esta administración se continúan formas propias del neoliberalismo en algunos aspectos de la economía y los empresarios siguen teniendo un papel preponderante. Por más que se apele a la mejor distribución de la riqueza como un logro, los recientes hechos en Latinoamérica nos muestran que no basta con mejorar la distribución, que si no se modifica el modo de producción toda mejora será temporal.
El asunto de terminar con la política neoliberal no es un asunto de deseos personales ni de confianza en el cambio de quienes fueron verdugos del pueblo, terminar con el neoliberalismo, si el esfuerzo es serio, significa cuestionar el modo de producción capitalista que le dio origen, significa cuestionar a los capitalistas con capital trasnacional que se beneficiaron de esta política y aumentaron irracionalmente sus riquezas a costa de la muerte de millones de seres humanos y la destrucción del planeta.
Cuestionar para transformar, cuestionar para organizar, cuestionar para defender los derechos humanos en esta realidad que no termina de cambiar. Este es nuestro papel, no somos los analistas oportunos, no somos los críticos conpuestos en la academia; somos defensores de derechos humanos que fortalecemos los procesos organizativos o ayudamos a crear organización.
Si el pueblo no se organiza no puede defender lo avanzado, si el pueblo no se organiza no hay garantía de que sus derechos sean respetados, si el pueblo no se organiza no hay garantía de trasformación profunda y permanente.
Nuevamente la experiencia reciente de varios países de Latinoamérica cuestiona la imparcialidad del poder judicial, de las fuerzas armadas y policiacas, cuestiona su fidelidad a sus propios marcos democráticos y demuestra que estos poderes son los más conservadores, reaccionarios y los lacayos más fieles de los empresarios y el imperialismo norteamericano.
Lamentablemente, este testimonio no puede considerarse un asunto de un pasado que no volverá, pues continúan existiendo presos por motivos políticos en este sexenio, existe la tortura, la desaparición forzada y la ejecución extrajudicial, cierto no en la misma intensidad, hasta ahora; pero existen como expresión de que la superación incluso de la política económica neoliberal no es un deseo personal ni una realidad que se construye por decreto.
Sirva nuestro testimonio como un cuestionamiento a quienes agazapados en la nueva administración fingen no ser responsables de graves violaciones a los derechos humanos ni beneficiarios de las mismas.
No sabemos qué pasará con una larga lista de funcionarios acusados hoy de vínculos con el narcotráfico, si serán juzgados, sentenciados o exonerados, funcionarios que estaban activos cuando nos detuvieron, nos torturaron, nos encarcelaron, daban seguimiento a nuestros compañeros, cuando se nos hacían amenazas de muerte y se nos criminalizaba.
No hay honor en reprimir al pueblo y asesinarlo; no hay honor en torturar y desaparecer, pero hay personas sin honor que lo siguen haciendo y por ello mismo la lucha por la Memoria, la Verdad, la Justicia y la Reparación Integral del daño sigue vigente.
Diciembre de 2019